domingo, 3 de noviembre de 2013


EL PORFIRIATO 
 (1876 a 1911)

A lo largo de la historia de México ha habido muchos personajes que al haber realizado grandes logros han dejado huella en la historia de nuestro pis, tal es el caso de Porfirio Díaz quien debido a su larga trayectoria en el país dejo marcada su propia historia mediante su tiempo de presidente de la República Mexicana tiempo al que se le dio el nombre de “El Porfiriato”.

La etapa porfirista representa en lo político la era de un dictador decidido a imponer el orden y a mantenerse en el poder con el propósito de preservar ese orden y llevar al país al progreso económico.

Su lema “poca política y mucha administración” que sintetiza ese propósito, significo en la práctica hacer a un lado la legalidad, desdeñando además el principio de no reelección que él mismo había institucionalizado al comienzo de su larga trayectoria en el poder ejecutivo.

En el aspecto económico, el porfiriato introdujo a México al sistema capitalista en el marco de la dependencia imperialista, y dio comienzo a la industrialización, tan ansiada por los gobiernos mexicanos que le precedieron.

En el ámbito social, la era porfirista presenta agudos contrastes. Por un lado, el surgimiento de una clase media nacional, la cual nace y se desarrolla al margen también de los cuantiosos beneficios que obtenía el capitalista extranjero, y al margen también del enriquecimiento de un pequeño grupo de mexicanos privilegiados del régimen, los llamados “científicos”, paladines del crecimiento económico que sustento el poder político de Díaz.

Por otro lado, y en mercado contraste, estaba la clase trabajadora, campesina en su mayoría, la cual fue despojada de su propiedad agraria y obligada a trabajar en las haciendas en condiciones de servidumbre y severa explotación, mientras el sector obrero, que creció con la industrialización, no gozaba de mejores condiciones de trabajo en las fábricas y minas.

El aspecto cultural muestra en el renglón educativo, la persistencia del positivismo como filosofía al servicio de la industrialización, exigiendo el requisito del orden para alcanzar el progreso.

Destacan en este sentido las figuras de algunos ministros que respaldan la ideología del régimen y crean programas e instituciones que no alcanzan niveles nacionales y se enfocan a un sector reducido de la población en edad escolar, sobre todo al correspondiente, a los grupos urbanos de la época.

 El porfiriato fue, pues una etapa de transformación socioeconómica y un arranque hacia la modernidad, a pesar de sus fallas y de que el envejecimiento del sistema y la prolongada permanencia del dictador dejaron grietas muy profundas y obstáculos sumamente difíciles de vencer.

POLITICA INTERNA

El general Porfirio Díaz se hizo cargo del poder ejecutivo en mayo de 1877, después de triunfar en las elecciones a las que había convocado Juan N. Méndez como presidente interino. En esta primera gestión administrativa, Díaz procuro apegarse a las normas legales y al principio de no reelección que lo había llevado al poder y que fue incluido a la constitución de, en el artículo 78: “el presidente entrara a ejercer su encargo el 1 de diciembre y durará en el cuatro años, no pudieron ser reelecto nuevamente hasta que haya pasado igual periodo, después de haber casado sus funciones”

A partir de este primer gobierno, Díaz empezó a dar muestras de su habilidad como estratega político.

Entre los miembros de su gabinete destacaba Justo Benítez, hábil político defensor de del liberalismo republicano, quien se valió de su amistad con Porfirio Díaz para dominar el escenario político con la intención de preparar su propio camino al poder.

Pero Díaz manejo hábilmente un doble juego, mantuvo una abierta autonomía del congreso, mientras dejaba que Benítez y su grupo se hicieran de enemigos políticos por discusiones acaloradas que les fueron restando popularidad.

Así, la figura del presidente crecía, a la vez que iba atrayendo a su lado a las personas a las que antes habían combatido.

MEDIDAS DE PASIFICACION:

Cuando Porfirio Díaz llegó al poder, la situación del país no podía considerarse estable; todavía existían las marcadas rivalidades políticas que habían perturbado la paz durante la República Restaurada y a ellas se habían sumado las fracciones lerdistas e iglesistas contra las que había luchado la revolución de Tuxtepec.

Además había una rivalidad entre los viejos liberales de la etapa anterior y lo jóvenes de ideas nuevas que deseaban desplazarlos.

La unión de aquellos elementos desiguales era imprescindible para el presidente Díaz a fin de alcanzar la ansiada estabilidad política del país, condición necesaria para llevar a cabo la reforma económica, planteada pero no lograda por los gobiernos de Juárez y de Sebastián Lerdo de Tejada.

Además de las rivalidades políticas, el país padecía continuos ataques de bandoleros que asolaban los caminos; pronunciamientos contra gobiernos locales; rebeliones campesinas; ataques de indios apaches, provenientes de Estados Unidos que causaban grandes prejuicios a las poblaciones norteñas y levantamientos indígenas sobre todo de yaquis o mayos.

Ante esta situación Díaz adopto medidas represivas y tomo la decisión de dar de baja a los soldados que participaron en la revolución de Tuxtepec.

Los guerrilleros que habían luchado a favor del liberalismo y la republica fueron agrupados en cuerpos de policía rural, encargados de someter a los bandoleros y vigilar la seguridad de los caminos: se trataba de los temidos guardias rurales, que también se utilizaron para combatir las rebeliones indígenas.

Quienes habían sido compañeros de Díaz en el ejército recibieron de él, según sus propias palabras “pan o palo”. El “pan “significaba el otorgamiento de prebendas y concesiones de índole económica; y el “palo” consistía en medidas represivas para quienes se atrevieran a  disentir o  simplemente amenazaran con hacerlo.

Los primeros recibieron de Díaz el beneficio de su amistad, lo cual implicaba obtener a cambio una lealtad incondicional. La estrategia de la “amificacion” como la llamo un escritor de la época, fue el medio más eficaz para la concentración de del poder político y el orden del logro del orden interno.

La pacificación se fue logrando aunque las medidas fueron extremas en  muchos casos, pues las tropas abusaron de su fuerza contra gente inocente. La paz porfiriana iba haciéndose sentir.

De aquella campaña de pacificación sobresale una anécdota: las palabras supuestamente expresadas por Díaz en un telegrama enviado como respuesta a la pregunta del gobernador de Veracruz Luis Mier y Terán sobre lo que debía hacer con nueve comerciantes acusados de conspirar en favor de Lerdo.

La repuesta de Díaz seria “mátalos en caliente”. No hay certeza de que le presidente diera en verdad tal orden al gobernador, incluso algunos historiadores hablan de una interpretación cablegráfica equivocada, pero cierto o no, ese suceso, ocurrió en el año de 1879, quedó en la historia como el símbolo de la represión porfirista, practicada desde su primer mandato presidencial.

Para conjurar el peligro que representaban los caciques para el orden interno- que en muchos casos eran también gobernadores de sus respectivos estados- Díaz puso en práctica la amificación.

Las ambiciones personales de estos caciques fueron utilizadas en beneficio del gobierno central, pues mientras en apariencia este aceptaba la autonomía de los estados, obtenía la fidelidad de los gobernadores-caciques al permitirles que satisficieran sus ambiciones personales de riqueza y poder político.

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